lunes, 7 de octubre de 2013
3º ENCUENTRO DE ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ, SALAMANCA
TEXTOS Y FOTOGRAFÍAS.
3º ENCUENTRO DE ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ EN LA PRENSA: Salamanca RTV:
http://www.flickr.com//photos/101496435@N03/sets/72157635960418475/show/
3º ENCUENTRO DE ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ EN LA PRENSA: Salamanca RTV:
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MONTSERRAT VILLAR GONZÁLEZ
ORACIÓN URGENTE POR CIUDAD JUÁREZ
Que la palabra se haga carne
que la injusta violencia provoca.
Que el sueño que,
algún día, los niños tuvieron,
sane las heridas de los otros.
Que se cicatricen las llagas
y supure esa ira
hasta secar el aire homicida.
Que los ojos de las desaparecidas
conviertan en futuro la frontera,
bailando en estrellas cada noche.
Que la poesía no se olvide,
silenciando balas y mentiras,
que hoy, el verso, sea
un mañana de leyenda.
(Tierra con nosotros, edit. Seleer, 2013)
Mª ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ
fuego un 17 de diciembre de 1997.
La mirada insolente
es una forma aguda como un clavo en la tierra,
contiene una porción horrible de sí misma
y apenas imagina
la depauperada humillación de estar
como si no,
del cuerpo que se arruga
y se encoge en su nudo primerizo
volviéndose ceniza, haciéndose invisible
materia degradada por el odio,
la paja que se prende con blandura.
La mirada insolente
acompaña a la mano, a la pierna insolentes
para apresar el cuerpo con el garfio del miedo
porque ella está tan sola y ya vencida,
herida de la queja y azotada
con el tizón de espanto que lleva el que es su ángel
del mal o de la ira.
La violencia insolente
hace temblar los márgenes del cuerpo
y en su lenta combustión como de encina
la tinta de las venas escribe ese calvario
cuando era profanado el templo de la carne
y en el aire se anotan garabatos, graffitis
con la voz enfangada y sucia de ese grito
que calcina los labios, las cuerdas de la boca,
“porque yo no sabía hablar
porque yo era analfabeta
porque yo era un bulto
porque yo no valía un duro”.
Oh cuerpo de papel para la hoguera.
(de El ángel de la ira, Zamora, Lucerna, 1999)
SOLEDAD SÁNCHEZ MULAS
CIUDAD JUÁREZ
inhabitar la ciudad que se inunda
con las gotas de sangre.
Lavar el cielo
oscurecido por el golpe y el grito,
por la carne lasa
abandonada sobre las cenizas.
Mas los pies son náufragos;
la isla es niña y llora,
y pinta con mentiras las aceras.
Nuestra voz es una estrella fría
recortada en la mortal negrura.
Nuestra lengua,
un filo azul cargado de palabras
dormidas
oculto entre las ropas del cadáver.
Nuestros ojos son pozos
en los que las miradas de cristal asustado
arañan las paredes.
El cadáver
ya es viento que nos canta al oído,
labio de bruma que besa nuestra espalda
derramando silencio sobre las avenidas.
La calle muda es alambre de espino,
flor de cactus enredada en los párpados.
La ciudad,
como un gato inquietante,
arquea el lomo oscuro,
se eriza de secretos,
y nos observa
y tiembla
dispuesta para el salto.
ELENA DÍAZ SANTANA
Poemas de esperanza
Poemas
los violentados cuerpos
de quienes perdieron
la luz en la mirada,
que detengan
la mano en alto,
antes de que el odio
profane lo sagrado.
Poemas
que abran
las ventanas a los sueños
que conviertan
el miedo en esperanza
y un limpio amanecer
inunde el alma.
Deseo,
que tu cuerpo vuelva a ser
tierra prometida,
y la luz trace el camino
de un futuro,
¡sin miedo!
NO FUE EN VANO
El pan maldito, aún caliente,
se agitó en los harapos de tu bolsillo,
desparramándose por la seca tierra
con el sepulcral sonido metálico.
Sobre aquellas monedas,
empañadas por sudor y lágrimas,
goteó tu sangre.
Se estrelló la furia en tu virginal cuerpo,
y tus ojos estallaron de horror,
mientras tus pequeñas manos morenas
intentaban aferrarse al ilusorio sueño
de volver al hambre.
No hubo dios que amparara tu martirio,
ni madre que escudara tu pecho con su pecho,
ni hermano con espada
custodiando tu inocencia.
En el inmundo lecho
yació tu cuerpo, roto, sucio,
envuelto en blasfemo sacrilegio.
No fue en vano.
No fuiste una más.
Los dioses del aire arrullaron tu grito,
gestaron en él esporas de esperanza,
germinando tu estéril lamento
y lloviéndolo por todos los horizontes.
Aquellos tus ríos sagrados
espigaron tu sangre
desadormeciendo con ella los ojos del mundo.
Y tu sueño de volver al hambre,
abrió los sentidos de aquellos
que ilusorios sueños sueñan,
poetas que recogen esporas y arrullos,
que ponen pecho a tu dolor, cuna a tu martirio,
espada fraternal que hiende silencios,
y enarbolan por ti la esperanza
que abre verdes en tu lecho reseco,
trovando a la paz,
amasando el pan bendito que entibie tu mesa.
No fue en vano.
Hoy, por ti, hablan los poetas.
SOFÍA MONTERO GARCÍA
EL COLOR DEL SENTIMIENTO
Sabor a tristeza
rebosa la quietud
en el estanque del deseo.
Laberintos de perfil
con un gesto almidonado.
Latente está la historia,
viajera en el pincel,
trágica luz
que hierve los silencios.
Cascada de palabras
rompen la violencia
en un río de sensaciones.
Vestidas de coherencia,
secan su ira junto al Sol
para dorar un nuevo pensamiento.
Cuando el silencio ahoga el sueño,
duerme la palabra,
como un pájaro sin alas
que vuela en su quietud,
junto a la sombra callada,
en el ayer.
REFLEXIÓN
El -yo- predomina.
El -tú- se
ignora.
Aunque nos griten, no oímos, no escuchamos. Vamos buscando la paz. Una paz
egoísta, la nuestra. Y el que tiene necesidad, sólo tendrá paz cuando esté
extenuado
y pierda la voz pidiendo justicia y la fuerza para extender la mano. Y yo,
haciendo poemitas y hablando con mí-yo-.
Una miradita hacia dentro ¡no estaría mal!.
ARANTXA AGUDO ÁLVAREZ
SUEÑOS ROTOS
Nací del amor,
con la promesa de ser querida.
Con la esperanza de un futuro
mejor.
que debiste ser mi salvación,
fuiste mi fin.
Las calles trajeron dolor.
Los coches aullaban miedo.
Las camionetas quieren carne.
Carne para alimentar
el odio de quien las conduce.
Sangre para gargantas sedientas
Vísceras para perros sarnosos.
Sexo para violadores impunes.
El sol calienta sus cabezas
y sus neuronas oxidadas no rigen,
y mi pobre vida corre peligro.
Y tus manos pasan
y no me ayudan.
Porqué tu cuerpo
les dice huye.
¡Huye!
¡Aquí huele a muerte!
Todo se nubla y la lluvia cae.
Lágrimas muertas del cielo.
Lluvia muerta sobre mí
para limpiar mi vida,
que nunca fue sucia.
Minutos, segundos,
y al fin seremos
el uno para el otro.
Puertas abiertas
Esperando el paso de quien vive.
Todos esperan algo
Yo, mi vida,
tú, mi muerte,
ellos, el dolor ajeno.
Minutos, segundos
y al final serás mía,
-me dijo la Tierra-
momentos antes
de albergarme en su lecho.
JOAO GUERREIRO
Silêncio que sequestra
Já não há passado
Mas sobeja
ISAURA DÍAZ FIGUEIREDO
TE BUSCO
O que pode salvar o mundo
São os jovens braços ensanguentados
Esse suicídio Finlandês
Esse frio que invade do norte
São os jovens braços ensanguentados
Esse suicídio Finlandês
Esse frio que invade do norte
O que pode salvar o mundo
É a pura morte
O cantar desmedido
A real outro que se anteveja
O que pode mudar o mundoÉ a pura morte
O cantar desmedido
A real outro que se anteveja
Silêncio que sequestra
Já não há passado
Mas sobeja
ISAURA DÍAZ FIGUEIREDO
TE BUSCO
Designios interfieren
sin querer, el rumbo
de tu vida.
Te busco
en las sombras,
en las huellas perdidas,
en la arena,
en el tiempo sin horas,
en el reloj sin agujas,
en el árido folio sin letras.
¿Dónde estás, Lupe, Aura, Rosita….?
ayer no regresasteis,
el sol se ha puesto y…
el desayuno enfría;
la casa grita ausencia, miedo
¡Y necesito otro día!
¡una carta
tan larga!, que las palabras se cuelen
por cada poro de la piel.
Solo me queda… cerrar los ojos,
contener la respiración,
recordar cada gesto.
Risas que apagaron la risa,
silencio, abriendo silencios.
Sin palabra, obra ni omisión
Nunca sabré si lo que
relegamos al olvido,
es un avance o
simplemente una pérdida,
a la que va unida una
hilera de lágrimas.
Si es que aprender
requiere ese esfuerzo,
en detrimento de la
ternura.
Si es que primero hay
que maldecir,
para valorar después,
lo que nos une y nos
desata.
Nunca entenderé si el
silencio es en si,
una blasfemia,
cuando el mundo avanza
en círculo
Y la palabra esperada,
el hecho preciso,
ha de llegar en línea
recta.
Si adjudicar a las uñas
el zarpazo de la justicia,
pende de la casilla,
donde se instaure el
lugar de donde procede,
la pieza de ajedrez.
Y es ese
juego,
El que suprime la
equidad por el otro,
en un solo movimiento.
No somos maquinaria,
aunque es indudable,
Que cuando uno cae
debería de encontrar
El hombro del resto.
No tengo claro si cerrar
los ojos ante las vidas que se pierden,
impedirá que se desgarre
el muro ínfimo que
distancia
el párpado del pecho.
Nunca sabré considerar a
ciencia cierta,
en qué lugar se mezcla y
en qué momento
se transforma un hecho
atroz,
en un objeto u objetivo
perdido.
Alguien ha expropiado el
corazón del hombre. Alguien ha pronunciado en vano el nombre del amor, ha
adorado a becerros y a tiranos, ha abanderado sin bandera la palabra muerte.
Alguien ha abandonado su piel y sus escrúpulos para venderse al odio.
Alguien ha calculado en
vidas su venganza. Alguien, ajeno a la razón, se ha lavado las manos con sangre
y ha negado las voces que defienden la vida. Alguien ha propiciado el crimen y
la rabia.
Pero el deseo de la Paz
aún tiene luz y defensores. Por eso es necesario que gritéis todos los días
como el que siente cerca el ruido del disparo.
No permitáis que el
mundo se resuelva a nuestra espalda. No consintáis el uso de la vida en manos
del verdugo. No admitáis el fracaso y la desesperanza. No os conforméis con
detonar el grito. No toleréis que el pulso de los hombres se discuta con armas
y resoluciones, que la muerte sea excusa o garantía para librar al hombre de
otros hombres, que la fuerza se imponga a la cordura.
No alentéis a los hombres que olvidaron un
día la palabra amor. No abráis la puerta al lobo de las pesadillas. No
sostengáis el peso de la destrucción y el frío. No apuntaléis los sueños
abatidos ni mostréis la verdad y las heridas sin dignidad y arrojo. No
enmascaréis al ogro de los cuentos para hacerlos más tibios e inocentes. No
silenciéis a aquellos que negocian el precio de la vida, a aquellos que
ahuyentaron los sueños de los débiles, a todo el que declara la renta de sus
balas. Nunca honréis a la muerte como a vosotros mismos. Nunca rindáis el grito
y la saliva. Nunca juzguéis al hombre que saneó su juicio. No admitáis
eufemismos ni chantajes. No calculéis la angustia y el abismo que separa al
relámpago del trueno, al grito de las bombas, a la muerte del sueño y de la
luz.
Tal vez un día el
corazón del hombre –a punto de pudrirse– madure y se haga dulce como un beso.
Tal vez la vida no cierre sus puertas este otoño por defunción o miedo. Tal vez
los hombres y mujeres que soñaron dormidos una madrugada no pierdan nunca la esperanza.
Tal vez no pierdan nunca las palabras. Tal vez no pierdan. Tal vez no. Tal vez.
JUAN CARLOS LÓPEZ
Me pregunto por qué lloran
Y miran al suelo,
Desnudas en la luz,
Las que andan por las calles
Buscando un mundo imposible.
Por qué se ha perdido la esperanza
Y se sienten el reverso del futuro
Después de haberlo soñado todo.
Quién sabe si son pura alegoría,
Una larga canción de despedida,
La carga de dolor de cada gesto
Que renuncia a cualquier ilusión.
Qué sé yo si están en tierra conocida,
Cuando los días van borrando la libertad
Y el alma que les hizo.
Desconozco por qué este tiempo
Ha arrojado tantos nombres al silencio,
Ni quién empuja a quién
En dirección a la vida,
Si ya no queda aliento en los ojos.
Y aunque pase de largo la poesía,
Perdida ya la hacienda del hombre,
Y un rito no alimente,
Sólo te diré una cosa:
Dónde tú, estaré yo.
Donde vosotras, nosotros.
Ese será nuestro paraíso,
El primer día, después de todo.
Los periódicos hablan de casi 800 palomas
sin alas en Ciudad Juárez
CONCIENCIA
En el otro me niego, me afirmo, me repito,
sólo su sangre da fe de mi existencia.
Octavio Paz
La muerte de uno de nosotros
es la muerte de todos los hombres.
La herida de uno de nosotros
es la herida de la humanidad.
El miedo de uno de nosotros
es el miedo del universo.
El hambre, el frío, la angustia, el dolor,
la soledad cósmica nos invade en cada ser,
pequeño, frágil, leve, derramado más allá
de sus fronteras corporales, como una
nube,
sin límites. Formando un solo cosmos,
hueco,
alfombrado de luz, para todos y para cada
uno,
sin límites. Con una sola conciencia
dolorida.
Ya no puedo reír si no ríe a mi lado,
o en la distancia, mi hermano.
Hermanado no de genes, sino de soles,
de esperanzas y sueños compartidos.
Sin fronteras, sin ideologías que vallan
el contacto tierno de la piel y del amor.
Ya no puedo cantar, si no silba a mi lado,
o en el espejo, mi hermano.
Derramado de tardes fulgurantes y
alegrías,
de sones sobre la tierra dichosa.
Ya no me basto a mí misma, les necesito
para ser, para verter sobre la vasija
frágil
y lechosas de la vida, tiempos nuevos.
COMO SI LA MUERTE
FUERA ALGO NATURAL
Como si la muerte fuera algo natural
que se pasea al fondo de una calle
o por las míseras casas de un
destierro
infinito,
nos hemos acostumbrado
a ella,
a un dolor cuajado de silencios,
a la sangre que se derrama
antela loca negación
de un mundo impasible que la observa.
Son las infinitas historias
de un torbellino
desbocado,
que se enreda en las horas
del día y de la noche
(del alba al alba).
Los hombres del siglo XXI
nos hacemos ajenos a la ignominia
miramos de lejos,
sentimos de lejos,
nos duele de lejos,
quizá porque el manantial del llanto
es un bosque de mil cruces rosas
en la extensa planicie,
desbordada y lejana,
de una ciudad abandonada
a la muerte.
Cada día,
al clarear la mañana,
nos llega, como puñal que hiere,
la sangre
que se derrama
porel placer,
yla muerte
de almas inocentes
que sucumben al miedo.
¿Por qué somos silencio
cuando decimos muerte?
¿Por qué no nos duele el dolor de la
tarde,
ni el llanto de las niñas,
ni el volar de las aves
con la alas rotas?
¿Estamos hechos, acaso,
insensibles al llanto
cuando la luz desciende
a las oscuras cloacas
de la podredumbre humana?
El corazón de la ciudad
es cementerio y fosa
donde van los sueños,
cargados de miserias,
cargados de lápidas sin nombre
bañadas en olvido
y en silencios.
Resalta ante mí,
el blanco fluorescente de la pared
y aún la hondonada canela
de la ventana echada.
Por debajo, tres cuerdas la cruzan
nocturnas al tacto y a la vista.
Siento suave,
la curvatura oscura de mis pestañas y
los dedos largos, largos y extensos,
pálidos y largos,
encadenando el ámbar de la uña al
infinito.
Siento redonda y lisa la rodilla,
plagio de estrellas
en desorden,
juego de la luna con el alba.
Y siento el alma,
suena al golpear su nudo indócil,
coral desvanecido en hojas secas.
Ni una más (a Susana Chávez)
Siempre hay una calle
estrecha, oscura,
húmeda.
Una calle con aceras y
semáforos.
Una calle rota por un
descampado,
o un andén.
A veces, una madre joven
espera a una hija joven,
casi niña aún.
Siempre hay un
cementerio con flores
lleno de cuerpos
desconcertados,
vencidos, demasiado
blancos.
A veces, una mujer
jugando con las palabras
intenta alumbrar,
el valor suficiente
para cruzar una calle
estrecha, oscura,
húmeda.
DIARIO DE UNA REFUGIADA
Te busco,
aturdida,
En los ojos de
los que te han conocido.
Busco tus rasgos
en los gestos, asustados,
De los que
llegan.
Unas manos
parecidas a las tuyas,
El gesto de
encender el cigarro…
-Ya he dejado de
llorar,
Ya he dejado de
quejarme-
Me llevan de
aquí para allá,
Con órdenes
dadas en lenguas que no entiendo.
-Todo está
sucio,
La humanidad
entera hiede…-
Pero quizá ni tú
ni yo
Éramos humanos
para ellos,
Por eso no
sintieron nada,
Ni siquiera
odio, al dispararte,
Por eso su
mirada estaba opaca ante mi llanto,
Por eso su oídos
eran sordos a mis suplicas.
-Todas las
guerras del mundo
Habían abierto
un abismo
Entre ellos y
nosotros-
Ya no lloro, ya
no grito…
Solo pienso,
obsesivamente, en tu ropa,
En aquella ropa
tuya recién lavada
Que acababa de
tender al sol.
Aquella ropa
limpia que se habrá
Manchado tantas
veces con la lluvia
Y que seguirá
allí, jugando con el viento.
Y me tratan como
si estuviera loca
Cuando les digo
que tengo que volver
A mi casa,
A recogerla…
plancharla…
Y guardarla
En los cajones
de nuestra cómoda,
Entre manzanas.
(Del libro “Entre cunetas”)
MIRAR la tierra, contemplar
su misterio de la misma manera
que se observan los secretos del fuego.
Sentir las brasas
de los huesos sin nombre,
la llama incandescente del cráneo
crepitando en su alzado de inocencia.
Notar de pronto
el frío y el espanto anónimo
en el hogar candente del cadáver.
Palpar el cuarzo de los tuétanos
ya desaparecidos,
calibrar el silencio igual
que se tienta en el aire el hervor
cuajado de la leña.
A las ascuas de las heridas
aún no acude
la materia roñosa
de la memoria silenciada,
ni su ceniza sorprendida sopla
la calderilla ronca
de tanto mutismo cómplice.
A la luz de la greda y a las piedras
abrasadas por la vergüenza
no se acerca,
el
ácido trémulo de la osamenta,
ni a su espiga reseca el estremecimiento
apagado por piedad, es posible,
tras el tiro de gracia.
Mirar la tierra,
la tumba aterruñada de agonía;
observar en su espacio
la muerte destapada tras el miedo.
Buscar en los despojos
de la historia los pétalos de la luz,
la semilla del silencio sublevado.
Las flores nuevas,
arcilla de la vida, saben
del alivio del frío y del cobijo
del hielo fértil nacido en la piel
de los asesinados.
La tierra guarda, para siempre,
el calor y los sueños
que le fueron ungidos por la vida.
Mirar su abismo con desprendimiento,
y guarecer sin tiempo
su lluvia cuando escampe.
A Ciudad Juárez
Se enciende la ciudad de
mariposas blancas,
de espejos rotos.
Ciudad sin hogar, sin
calles, sin plazas.
ciudad donde no hay
sombras porque todo brilla,
los minutos, las horas y
los días.
Ciudad donde no existe
la noche.
Ciudad manchada de
borrones rojos,
sueños arrojados desde
el lecho de los sueños.
Mariposas blancas,
mariposas rojas,
lindas mariposas de
colores vivos.
No se apaga la ciudad
del fin,
sus rayos llegan hasta
aldeas lejanas,
hasta la casa de algún
valle hermoso,
hasta los caminos de
piedra y de polvo,
hasta los confines de
platos vacíos,
el hambre ciega de los
desamparos.
Hasta el ojo joven,
hasta los oídos que
escucharon el cuento de Hansel y Gretel.
El bosque de la ciudad
tiene sus cuervos.
Graznan sobre la mujer,
vuelan sobre lápidas sin
nombre bajo el polvo de un desierto.
El viento arrastra
gritos de dolor y horror.
Ya nunca te desnudarás
muchacha de ojos vivos,
de ojos tristes,
de ojos llorosos y
sonrisa rota.
No ofrecerás tu cuerpo
al amor de la vida.
Muchacha,
mujer que yaces en la
esquina de un periódico,
en la historia final,
en el lugar siniestro de
los sueños rotos,
ciudad de mariposas que
vuelan por las agencias.
Pueblo donde la firma es una metralleta,
cinco hombres sacralizados por seguidores de la nada.
Ciudad de un film desalmado y realista.
Ciudad de cárcel vacía a donde huyen los honrados.
Niño Fidencio,saca tus pistolas.
No los mates.
Hiérelos.
Rompe sus espejos.
Que confundan el agua en sus reflejos y se ahoguen en ellos.
Que se apague esa luz y se encienda la puerta de la libertad.
FERNANDO ROBUSTILLO
Relato publicado en el libro “El Diluvio Virtual”, de Fernando Robustillo
Rodela (“Fernando Bienvenida”), Editormes, Salamanca, 2012.
MARTHA RIVERA
Martha Rivera no es una profesora, es el mismísimo ángel de la guarda. Qué
maravilla. “¡No tengáis miedo!”, les decía a la prole de la guardería con la
mesura que caracteriza a las mujeres de esas tierras. “¡Mi amor, colocad la
cabecita sobre el piso!”. Las balas silbaban desde el exterior y retumbaban
dentro de la guardería como si el ruido se originara allí adentro. Estamos en
Méjico, Ciudad Juárez, dos bandas rivales se enzarzan a tiros y el duelo se
salda con cuatro muertos. Los niños siguen tumbaditos en el suelo y la voz de
la profesora, tan dulce, “¡mi vida, corazón!”, lo acalla todo, es como una
tierna milonga, curiosa paradoja, más audible que el estruendo de las pistolas.
Así es como quieren los niños que se les hable. Las voces de las balas son de
barítono y las criaturas no las entienden. Más disparos y más inspiración para
una profesora, o mejor dicho, para una madre, que es lo que era Martha en
aquellos instantes. “¿Cantamos una canción? Vamos a cantarla!”, les decía.
“¡¡¡Si las gotas de lluvia fueran de chocolate…!!! Todos los niños seguían a su
profesora. ¡Qué maravilla! No es un tópico decir que esto nos reconcilia con el
ser humano cuando le ves tanta grandeza. Si he dicho que no era una profesora,
sino una madre, ha sido porque aquello lo vivía yo de pequeñito en cada
tormenta, cuando mi madre nos acurrucaba en aquella España rural de los cincuenta
y por nosotros hacía silenciar hasta a los truenos. Ahora veo que no ha
cambiado nada, o sí, un matiz para algunos importante y para otros in
importancia, ya que entonces no se cantaba, se rezaba. Las madres no han
cambiado, sólo han cambiado los tiempos. ¡Gracias, mamá Dolores! ¡Chapeau,
Martha”.
LA LUCHA DE LA ESPERANZA
Volví a leer aquella carta, incapaz de asimilar el contenido de unas
palabras teñidas de sangre, dolor y muerte. Noté como la rabia se
fue apoderando de todo mi cuerpo, mientras varias lágrimas empezaban a resbalar
por mis mejillas y cientos de interrogantes se formaban en mi mente sin hallar
una respuesta que calmase mi ansiedad.
¿Cómo era posible que un asesinato de una persona pudiese ser archivado sin
ningún tipo de castigo penal para los responsables de dicho acto?, ¿acaso el
ser humano había dejado de creer en el valor de la justicia?
“Querido amigo Pedro.
Siempre es un inmenso placer poder escribirte y saber de ti, pero esta vez
me siento abrumada, triste y muy cansada y mis palabras son el reflejo de una
preocupación que me lleva persiguiendo un par de días. Todo empezó el pasado
miércoles cuando escribí un artículo en el Periódico “La voz de Méjico,
criticando la actitud pasiva y en cierta manera, indolente, de las autoridades
mejicanas ante el creciente número de violaciones y asesinatos de mujeres en
Ciudad Juárez. Desde ese momento, he recibido varias amenazas y ya llevo varias
noches sin poder dormir a cuenta de algunas llamadas a altas horas de la
madrugada que nunca tienen respuesta.
Sinceramente, cada día temo más por mi vida. Quizás esta sea la
última vez que te escriba, amigo mío, por eso quiero que sepas que siempre te
llevaré en mi corazón. Tu amiga de Ciudad Juárez que tanto te
aprecia, Salma Salvador”
Así terminaba la carta, sin fecha ni firma y encubierta bajo unas comillas
que eran el disfraz de una muerte que había venido anunciada en la sección de
sucesos edición vespertina del Periódico “La razón de la palabra”.
“Muere la periodista mejicana Salma Salvador”. La popular cronista de
Ciudad Juárez ha sido hallada muerta en su domicilio en la mañana de este
miércoles fechado en 12 de Enero de 2013. Aún se desconocen las causas del
fallecimiento, aunque todo parece indicar que ha podido ser por un ataque
cardiaco.
Doblé el papel de la carta y lo dejé sobre la mesa de mi escritorio,
mientras me servía otro vaso de whisky, con el único objetivo de no ahogarme en
la soledad que en aquel momento me invadía. ¿De verdad Salma había fallecido de
muerte natural o era una estratagema más de la prensa mejicana para ocultar la
realidad de la vida de las mujeres en Ciudad Juárez?
Cerré los ojos y retrocedí veinte años en el tiempo, al momento en que
conocí a Salma en la Universidad Pontificia de Salamanca, donde ambos
estudiábamos periodismo. Desde el primer momento en que la vi, supe que Salma
era especial. Su lucha no se basaba sólo en terminar la carrera de periodismo y
dejarse llevar por las mezquindades de las ideologías políticas y el amaño de
los artículos según el bando político dominante. Su lucha iba más allá, y es
que ella como mujer y oriunda de Ciudad Juárez quería cambiar la realidad de su
tierra a través del poder de la palabra. Su sueño no era otro que ver a las
mujeres de Ciudad Juárez crecer en libertad.
En aquel momento teníamos veinte años y, quizás, aún éramos demasiado
inocentes para creer en la bondad de la gente. Pero yo siempre había creído en
Salma y en su lucha y, en ese mismo momento, y horas después de su muerte
estaba convencido de que su esfuerzo no sería en balde.
Volví a abrir los ojos y cogí un papel y un bolígrafo. Había llegado el
momento de continuar con la obra de Salma Salvador. Asi
que ahora más que
nunca, es hora de tomar la palabra y de gritar a favor de las mujeres de Ciudad
Juárez.
FERNANDO ÁLVAREZ, CANTAUTOR |
JOSÉ Mª SÁNCHEZ TERRONES, RAPSODA |
AZOGUE TEATRO |
CRISTINA GARCÍA CAMINO |
NELA ESCRIBANO, CANTANTE |
MIGUEL ÁNGEL CASADO |
ANDRÉS ARROYO, FOTOGRAFÍA |
JOSÉ ANTONIO MORENA RAMOS, FOTOGRAFÍA |
FERNANDO MAÉS Y CHEFO MARTÍN, CANCIÓN |
GRACIAS A LA BIBLIOTECA POPULAR GINER DE LOS RÍOS DE SALAMANCA POR ACOGER ESTE ACTO.
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