El pasado 1 de septiembre un pequeño grupo de escritores y lectores tuvimos el
placer de reunirnos en Alpedrete, sede de Ediciones de La Discreta, para
participar en la lectura global “Escritores por Ciudad Juárez”, contra la
violencia, especialmente hacia las mujeres, en el norte de México y en cualquier
otro lugar del globo, lectura que se desarrolló finalmente en 153 localidades de
25 países. La nuestra se llevó a cabo al aire libre, en el Parque de las
Columnas, en un día luminoso y fresco, lo que hizo que el acto despertara la
curiosidad de numerosos viandantes.
Abrió la lectura quien firma estas líneas,
explicando el alcance y la significación del acto y leyendo el manifiesto
con el que se había acordado comenzar la lecturas, para a continuación leer
algunos fragmentos del poema-libro de Don Pedro Mir Amén de mariposas,
inspirado en el asesinato, por orden del sangriento dictador dominicano Rafael
Leonidas Trujillo, de las hermanas Mirabal, conocidas por su activismo político
como “las mariposas”. En él, Don Pedro afirma que
hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al
tiempo
y pirámides absolutas erigidas sobre las
civilizaciones
que no pueden resistir la muerte de ciertas
mariposas
[...]
cuando hay una hora en los relojes antiguos y
los modernos
que anuncia que los más grandes imperios del
planeta
no pueden resistir la muerte muerte
de ciertas ciertas
debilidades amén
de mariposas.
Continuó la lectura el poeta y novelista García
Caneiro, quien leyó su poema “Han asesinado a un hombre”, que, aclaró, podía ser
una mujer o un niño o niña o anciano o anciana, y en el que se cuestiona el
valor de cierto tipo de actitud vital e intelectual y literaria ante la
violencia:
La cara odiosa de la
muerte
ha enseñado su nívea
palidez
por todas las
esquinas
y el llanto de la
tierra
ha quebrado los tallos de las
flores.
Un hombre bueno o un hombre,
simplemente,
ha sentido en las
ingles
la ciega mordedura,
vesánica y
rabiosa,
del perro de la ira más
airado.
La locura de un sueño
ensangrentado
anega las neuronas
de un pueblo que no encuentra
su horizonte;
y no hay viento que sea
suficiente
para apagar el rojo y frío
incendio
de unas manos tronchadas por la
muerte.
Y, visto esto, ¿hay alguien que
se atreva
a dolerse de amores
desairados,
a discutir sobre el “elán” de
Bergson,
a llorar por sus propias
frustraciones
o... a tomarse, sin más,
alegremente,
la vida a beneficio de
inventario?
Después leyó una selección de
sus “Canciones del miedo”, que recrean una experiencia personal en la que el
poeta se vio sometido a extrema violencia institucional.
Siguió el acto con la lectura
de la novelista Paloma González de un relato escrito para la ocasión que imagina
qué pudo suceder entre el reverendo Dogson, más conocido como Lewis Carrol, y el
padre de Alicia, la niña que inspiró sus dos más conocidas obras, en esos tres
días cuyas páginas fueron arrancadas del diario del reverendo. En un magistral
ejercicio de reconstrucción ficticia, Paloma González abordó la violencia sorda
hacia las menores que tantas veces la sociedad oculta con su
hipocresía:
“Alicia, que podía oír con claridad el fin del
encuentro, se asustó enormemente.
Todos estaban locos.
“¿Y ahora? ¿Cuál es cuál?” No comprendía
cómo era posible que uno y otro, su padre y el reverendo, se fingieran
inocentes. Veía al primero con la vara que azotaba su cuerpo, el semblante del
otro reconociendo con avidez las marcas más ocultas impresas por la vara en la
piel, desabrochándole el vestido bajo los árboles y en su estudio. “Es por tu
bien”, decían uno y otro. Y ambos habían llegado a un acuerdo que la excluía y
silenciaba su dolor. De modo que ese era el castigo: agrandar su culpa y
minimizar su presencia. Hubiera preferido que le cortaran la cabeza.
Ambos pretendían ser como los dos
lados de la seta: uno la hacía crecer, el otro menguar. Sí, pero, ¿qué lado?
¿Cuál de los dos es cada lado?”
(el relato puede leerse íntegro
aquí)
El matemático Luis Junco expuso
unos datos de la UNESCO que ponían de manifiesto el poco apoyo que el
gobierno de México dedica a la educación pública, y cómo eso, según decía en un
artículo de opinión el escritor mexicano Juan Villoro, no es del todo inocente.
Pues, por una parte, la crisis de la educación crea negocios paralelos, como lo
prueba el hecho de que México sea el líder mundial de comida chatarra y niños
expuestos a anuncios televisivos, y por otra, los alumnos reprobados (por el
sistema) son dados de alta como televidentes, consumidores de drogas y sicarios,
reserva del crimen organizado. Este comentario, hecho por Villoro en el 2010,
pareció quedar certificado unos meses más tarde, con el anuncio del asesinato de
la activista Susana Chávez por tres jóvenes ninis vinculados a la banda
de los Aztecas.
El poeta Santiago López Navia
leyó poemas propios de sus obras El cielo de
Delhi, que recrea el impacto que supuso para el
autor su encuentro con la pobreza extrema en las calles de la ciudad indú, y
Ética y retórica a Jacobo Sadness, donde reflexiona sobre la desigualdad social:
Mientras que alguno compra en
algún sitio
(Jacobo, créeme, estas cosas
pasan)
caviar para sus perros o sus
gatos,
un niño agotará su aliento
último
prendido en la ubre seca de su
madre,
y mientras, abismada en el
espejo,
una muchacha sufre por su
talla,
otra, en alguna parte, da su
cuerpo
por un trozo de pan o una
moneda,
y mientras alguien oye
inconmovible
las lágrimas que brotan de la
rabia,
otro deja su piel hecha
jirones
tratando de dejar atrás la
valla
donde levanta el hambre su
frontera.
Y quiso acabar su intervención con un poema de
esperanza, extraído del libro inédito Arte nuevo:
Saldremos a buscar días mejores
igual que cazadores de gacelas
que se resignarán a su fracaso
al ver correr su presa ante sus ojos.
Vendrán días mejores. Mientras tanto
cumple morder el tiempo a dentelladas
y hacer mella en su carne escurridiza
que deja en nuestra piel sus cicatrices.
El novelista David Torrejón nos leyó un breve
pero muy intenso y logrado relato en el que reflexiona acerca de cómo las
pequeñas microviolencias cotidianas, esas a las que no prestamos atención, son
semillero para otras violencias mayores. Al fin y al cabo, unos niños que
persiguen a una gata herida están ejerciendo un acto cualitativamente tan cruel
como otras violencias más aparentemente trágicas:
“Los chicos se
reúnen y salen a la carrera. Ya saben cuál es la táctica: rodear a su objetivo.
Y la ejecutan a la perfección. Ella los ve venir y no encuentra la forma de
escapar. Desesperada, empieza a gritar. Es un grito desgarrador que parece
enardecer aún más a sus perseguidores. Intenta huir pasando por el espacio entre
dos de ellos que le parece más amplio, pero su herida le impide correr lo
suficiente. Un palo le golpea la espalda y, aún con todo, consigue alejarse
renqueante. Pero los asesinos no se rinden.”
Cerró el acto quien esto suscribe agradeciendo
la convocatoria a los poetas luchadores de Ciudad Juárez y a Uberto Stabile, y
todos los asistentes dejaron el parque reconfortados y convencidos de la
necesidad de eventos como este, en el que se ocupe el espacio público con la
palabra y la convivencia para tratar de paliar la tendencia a la violencia que
el depredador sistema económico en que vivimos va intensificando más y
más.
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